Cuando mi tío me concedió la forma humana, chascó los dedos y de repente aparecí en la Tierra, justo en el lugar donde me debía encontrar con Athan. Este mundo era muy diferente de como imaginaba, todo era extraño, costaba respirar a causa del humo, había demasiado ruido, todo eran enormes edificios, algunos de los cuales parecían no tener fin. Las personas iban siempre con prisas, no disfrutaban de la vida, se pasaban la mitad de ella estudiando, la otra trabajando, y para cuando podían vivir en paz eran demasiado viejos y ya no podían hacer disfrutar a penas. Realmente eso no me extrañó la vida de los ángeles, era similar o aún mas agobiante. Este mundo era un mundo que provocaba ansiedad, un mundo gris. Pero yo no estaba allí para disfrutar de ese mundo, tenía que encontrar a Athan. Me encontraba en un lugar oscuro, era como un callejón, se veía luz a un extremo de este, al otro, todo era oscuridad. Ese lugar causaba verdaderos escalofríos, pero me tendría que acostumbrar a ellos, ya que los Dagma aún eran peores.
Miré hacía el extremó del callejón en que había luz y vi una silueta dirigiéndose hacía mí paulatina y elegantemente. Era un tipo fornido, se podía ver a leguas. Cuando por fin tras la espera conseguí verle la cara, me quedé frustrada, era el chico que me había descrito Agamenón, estaba segura, ojos grises, cabellera negra y despeinada. Pero era hermoso, era muy hermoso, tan hermoso como Erik. No podía creerlo, nunca podría haber pensado que un Dagma podía ser bello. Su boca se trazaba perfectamente bajo su bonita nariz, y pedía a gritos un beso, tenía una barbilla perfecta, y su piel parecía suave como la seda. Era un monstruo y parecía una criatura celestial.
- Tu debes de ser Paula.- Dijó sonriendo
Le miré friamente, pero frustrada.
- Ahora somos compañeros, nos debemos ayudar los unos a los otros y para eso no deben haber malos royos. -Me sonrió.- Encantado, yo soy Athan.-Era amable, pero probablemente por conveniencia,.- Vamos a casa.
Mientras nos dirigíamos a "casa", una caseta algo alejada de aquel lugar, situada en un bosque de los alrededores de la ciudad, no articulamos ni una sola palabra.
Nos adentramos en el bosque, y ya pasado un buen rato encontramos la caseta. Era pequeñita y blanca, con grandes ventanales, dos balcones de madera de cerezo, y una pequeña terraza tambien construida con madera de cerezo. Frente a esta había un pequeño jardín con una gran fuente y junto a esta un bonito manzano, todo era verde parecía un sueño. Entramos en la casa y Athan me dijo que me quedara en la puerta un momento.
- Ya has llegado, estaba preocupada.- Dijo, una dulce voz femenina acariciando mi oído suavemente. No pude remediarlo, su voz me hipnotizó, y me asomé para ver quien hablaba.
Él la estaba besando suavemente en los labios. Me dolió ver aquella imagen. Ella desvió su mirada, hasta posarla en mi.
- Quien es esta?- Dijo fríamente mirándome de arriba a abajo. Y en aquel momento nuestras miradas se unieron. Nunca había visto alguien tan bello. Sentí algo extraño en mi interior. Su piel blanca como la luna, suave y brillante. Su pelo, larga cabellera negra cual carbón caía como una cascada sobre su espalda, y un largo mechón surgía acariciando su rostro y tapándole medio ojo. Sus ojos. grises, profundos, eran tan misteriosos, toda ella era un misterio. Una nariz perfecta, dejaba paso a su boca de labios rojos y carnosos que combinaban perfectamente con esas mejillas rosadas las cuales daban un toque alegre a su cara. Era de estatura media, y cada curva de su cuerpo empezaba y acababa en el lugar adecuado. Era perfecta, y también era una Dagma.
Ella apartó la mirada inmediatamente.
- Es Alex, nuestra nueva compañera.- contestó Athan.
- ¿Que?- Me miró con asco.- No me habías dicho nada.
- No tengo porque que decírtelo todo.
- No quiero, que este con nosotros, no me da buena espina.- Ella hablaba como si tuviese una conversación privada, como si no supiese que podía oír todo lo que decía, aunque si que lo sabía.
- Pues tendrás que acostumbrarte.
- Te arrepentirás de esto.-Contestó, me volvió a mirar repasandome completamente y se fue orgullosa.
- Perdónala.-Dijo Athan.- No le gusta mucho la gente nueva.
- Se nota, pero la entiendo,a mi tampoco me gusta que me oculten cosas y menos si se trata de mi pareja.
El empezó a reír como un loco. Le miré con despreció.
- No es mi novia, es mi hermana.
-Pero la has besado.
- ¿Y que tiene de malo eso?
Suspiré, la verdad es que no entendía por que pero me alivio saber que no tenían nada.
- Da igual, enséñame la casa.- Dije.